miércoles, 15 de octubre de 2008

EL PAPEL DE ESTADOS UNIDOS EN EL MUNDO

Se habla mucho acerca del liderazgo estadounidense, tanto a favor como en contra del mismo, aceptándolo como una realidad inevitable o como una tragedia contra la cual hay que luchar por todos los medios. Ahora bien, ¿cuál es el verdadero papel histórico y político de los Estados Unidos, si es que tienen alguno?
Primero en principal, debemos analizar a los Estados Unidos como democracia, con todo lo que ello significa. Los Estados Unidos son una democracia y una muy avanzada y consolidada. Sus instituciones gozan de un gran prestigio, su justicia de una reconocida independencia, su descentralización y democracia directa a nivel local han demostrado una eficiencia maravillosa, y su pueblo, más allá de los altibajos históricos, posee una cultura democrática ancestral, que le viene desde los primeros colonos puritanos, que ya aplicaban la democracia a las instituciones religiosas y a partir de allí a todas las esferas de la vida.
Como democracia con todas las letras que es, en los Estados Unidos tienden a prevalecer el sentido común, las buenas intenciones y los intereses legítimos del ser humano medio. Y además, toda su cultura se basa en la creencia de que la humanidad tiene un futuro conjunto, que los intereses legítimos de las personas son compatibles y que no hay mayor interés del individuo que el desarrollo espiritual y material de las personas que lo rodean.
Todo esto, sumado a la creciente interdependencia que impone la última revolución de las comunicaciones, que es el factor más importante y que incide sobre todas las democracias del mundo por igual, hace que el pueblo estadounidense, y los pueblos democráticos del mundo en general, estén cada vez más comprometidos con la democracia y el desarrollo en el mundo.
Se entiende cada vez más en el mundo que la humanidad tiene un futuro conjunto y que el éxito de un país ayuda al éxito de los demás. De hecho, los estadounidenses han podido comprobar esto claramente en lo que han hecho con países como Japón, Corea del Sur o los propios europeos, todos los cuales estuvieron a su merced, en condiciones de ser dominados y sojuzgados, pero que, al contrario, recibieron su apoyo económico y su consejo político para pasar a convertirse en verdaderas potencias.
Sin embargo, los Estados Unidos empiezan a sentir y sufrir las consecuencias de la tremenda responsabilidad que han sabido colocar sobre sus espaldas. El gasto militar consume una cuota cada vez mayor de las riquezas que producen, y el mayor número de sociedades en desarrollo hace que muchas inversiones se vayan al exterior, todo lo cual lo coloca en peores condiciones para evitar y soportar crisis económicas, al tiempo que su deuda no deja de aumentar.
La cuestión es saber hasta cuándo va a poder durar este papel internacional que los Estados Unidos han asumido y cuál puede y debe ser el resultado de su accionar, es decir, a quién o a quiénes deberán pasarle la antorcha de la democracia cuando ya no puedan dar a basto.
Sobre este punto, creo que su cada vez menor incidencia económica sobre el producto mundial constituye de por sí un límite que, si bien por ahora no se encuentra cerca, debe ser contemplado para calibrar su propio comportamiento y de esa forma liderar al mundo hacia una transición estable y lo más pacífica que sea posible hacia la democracia mundial.
La herramienta fundamental a este respecto es y será sin dudas la OTAN, ya que esa organización le exige fuertes estándares democráticos a las naciones que quieran ser parte. Una gradual pero constante democratización de la OTAN, tanto en poder decisorio como en responsabilidades y deberes, potenciaría el multilateralismo y podría significar la oportunidad que el mundo está buscando para poder constituir finalmente un gobierno mundial de carácter ultra-descentralizado y democrático.

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